EL DIARIO DE ANA: La vida por un espejismo, por Ana L.C.

 
La luna se escapaba entre los pequeños huecos de la espesa capa de nubes que, sólo unos pocos minutos antes, habían dejado caer todo su peso sobrante sobre la tierra reseca tras un verano caluroso y árido. La verbena había hecho un descanso obligado, dejando los músicos sus instrumentos y equipos electrónicos abandonados como pequeños islotes cubiertos de plásticos que ahora lanzaban brillos mudos y desolados y, la gente, arremolinada bajo los escasos lugares resguardados, se negaba a dejarse derrotar por los elementos inoportunos regando sus entrañas, vaso a vaso, con un empeño e interés dignos de alabanza. En un grupo de sillas que, como navíos desarmados casi flotaban en las aguas turbulentas de la avenida montaraz, se veía, cual muñeca dejada al azar de articulaciones imposibles, el cuerpo de una muchacha, totalmente empapada, con el pelo azabache y lacio cubriéndole el rostro. “¡Mirad esa!... ¡Menuda cogorza ha cogido!” “¡Ni se ha enterao que llovía!” Y se ríen, porque se ríen de todo… Pero alguien se acerca con ánimo de despertarla, para seguir la burla, ¡por qué no? Sin embargo, al tocarla, la muñeca se desmorona y da con su cabeza sobre el charco cercano donde se esparcen sus brunos cabellos como una medusa nocturna. Se escuchan algunos gritos femeninos y todo el grupo deja un hueco dando un paso atrás. “¡Joder, parece muerta!” Alguien busca un médico. Entre tanto nadie se acerca, todos miran con una mezcla de sorpresa, pero nadie se atreve a romper aquel círculo cuyo punto central es una muchacha menuda, mojada, inmóvil y silenciosa. Llega una pareja de policías locales y uno de ellos pregunta: “¿Alguien la conoce?”… Nadie. “Pues si no es del pueblo, con alguien habrá venido.”… Nadie… “No creo que tenga edad para conducir... “Piensa en voz alta mientras le baja el borde de su minifalda para ocultar una intimidad que ya resultaba más impúdica que seductora. En ese instante llega el médico. Todos se apartan, pero no demasiado lejos, para no perderse nada. Tras una breve exploración, dictamina como en un disparo: “Esta muerta.” Un murmullo recorre la plaza y surgen comentarios y suposiciones en aleteos que van y vienen como las olas… Un poco después aparecen el furgón de atestados y una ambulancia, con su feria de luces y sonidos. En un bolsillo de su blanca chaqueta veraniega, ahora manchada y arrugada, encuentran su documento de identidad… Es de la ciudad. “Pero puede que esté de vacaciones por algún pueblo de aquí…” “Puede…”  “Pero, ¿dónde están sus amigos?...” Nadie lo sabe. Un guardia civil toma datos y hace llamadas por su móvil. Mientras los enfermeros cargan el cuerpo, ahora cubierto con una manta brillante, y lo introducen en la ambulancia. Los rostros reflejan estupor y alguna muchacha llora, aunque no la conozcan. La sirena del coche oficial hace que todos se aparten para dejar un camino por donde se alejan. “¿De qué se ha muerto, doctor?” Pregunta un policía local. El otro le mira con como si no lo hubiera visto, pero al fin contesta, hosco, derrotado… “Ha sido por un paro cardiaco.” “¡Cómo!... ¡tan joven!... ¿Qué se lo puede haber producido?” El doctor lo mira y una triste sonrisa se dibuja en sus labios cansados:  “¿De qué va a ser?... ¿De qué va a ser?...” Y hace ademán de irse, pero se vuelve hacia los que le observan esperando alguna respuesta y les grita: “¿Tanto despreciáis la vida que os la jugáis por la mierda de un espejismo?... ¿Tanto?...” Nadie responde. Él se vuelve y señala al suelo sobre el que, un poco antes, estaba la muñeca rota. “Sólo tenía quince años… y estaba sola… estaba sola…” Unos bajan la mirada, otros la levantan y se pierden en las luces y sombras que dibuja la luna sobre el cielo nocturno. Los músicos comienzan a recoger sus cosas, sin prisa, con desgana... Aunque no llueve, la verbena se ha acabado…


Ella se llamaba Lucía… Era mi sobrina… Era mi ahijada… Era mi vida… Murió en agosto en un pueblo del interior de Castellón… Este 29 de diciembre cumpliría 16 años y estaba llena de ilusiones… Era la primera vez que sus padres le dejaban salir de noche a otro pueblo… Su novio tiene 21 años… Es un chulo, un gilipollas, un crío engreído que no sabe ni leer, pero que sabe cómo tirarse niñas inexpertas y conoce dónde comprar mierda por cuatro euros… ese es todo su mérito… Se asustó… el idiota se asustó… y se considera un hombre… ¿Cuántos hay de esos por ahí?... Lo siento, pero nunca podré olvidarlo… Esto yo no lo perdono… Sé esperar…


Comentarios


  1. Alba Bonet Morro ha escrito:
    29 diciembre 2011.


    Hoy, mientras caminaba por las calles vacías, de este desierto pueblo. Tan sólo escuchaba pequeños sonidos como el golpeo de la nieve al caer sobre un coche, o las pisadas que daba mientras mis pies se adentraban en la nieve, mientras se hundían. También escuchaba algún que otro pajarito que piaba y voces de las familias que se encontraban todos juntos y felices frente a la chimenea.
    No era demasiado tarde, pero se veía que iba a ser una noche oscura. Me encontré de cara con ella, y a penas reconocía su rostro. Pude apreciar que de sus ojos resbalaban lágrimas. Fui hacia ella, y le pregunté que qué era lo que le pasaba (Yo me lo imaginaba, y ella lo sabía). Entonces tan solo dijo "Sí, es por eso, es lo que tú crees, lo que imaginas." Sin dudarlo, le abracé, le sequé las lágrimas y le dije que no vale la pena estar así, que el tiempo lo cura todo. Que me tiene para lo que haga falta, y que con la ayuda de todos podrá olvidar. No dijo nada, tan solo agachó la cabeza y sacó un pañuelo. Sí, hacían 369 días que le dió su primero beso. Hacían 365 días que la mejor historia de su vida comenzó. Dicha historia que duró 177 días, ni uno más, ni uno menos. Terminó hace 188 días. Habrán días peores y días mejores. Días en los que parezca que sea de hierro y días en los que parezca de plastilina. Días en los que sonría y días en los que llore. Pero no habrán días en los que no le recuerde.

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  2. Alba Bonet Morro ha escrito:
    29 diciembre 2011.


    ¿Te acuerdas de cuando eras un niño pequeño, sin preocupaciones? Y ahora sólo haces que preocuparte por todo, hasta por las tonterías.
    ¿Te acuerdas de qué no te importaba nada y solo pensabas en divertirte? Y ahora en lo único que piensas es en como le podrás recuperar para que te devuelva la felicidad.
    ¿Te acuerdas de cuándo salías con los amigos y con un bote chafado y una rampa eras lo más feliz del mundo? Y ahora lo único que necesitas para ser feliz es su compañía, y te das cuenta de que no la tienes.
    ¿Te acuerdas de cuándo te alegrabas y te sentías mayor porque te dejaran quedarte por la calle hasta las 23:00 o hasta las 00:00 como mucho? Y ahora todas las noches discutes porque te dejen quedarte hasta la hora de desayunar.
    ¿Te acuerdas cuándo te acostabas y lo mejor que podía pasar es que tu madre te contara un cuento y te diera un beso? Y ahora lo que quieres es que la persona que quieres te cuente como le ha ido el día y que el beso de buenas noches sea de sus labios.
    ¿Te acuerdas de cuándo todas las noches te abrazabas antes de dormirte a tu peluche y lo acariciabas porque estaba suave? Y ahora a quién quieres abrazar es a ella, y tocar su pelo liso.
    ¿Te acuerdas de esa vez que saliste de viaje con tu familia y te lo pasabas de lujo con tu hermano corriendo por los pasillos del hotel y molestando a los demás, que no querías volver a casa nunca? Y ahora cuando sales de viaje quieres volver, para saber lo que sea de ella.
    ¿Te acuerdas cuándo tu hermano montaba el scalextric y siempre perdías y aún así te reías? Y ahora cuando pierdes algo te sientes mal.

    Yo sí, me acuerdo de que cuando era así y cualquier tontería me hacía feliz, pero también me acuerdo de que en realidad cuando más feliz he sido en toda la vida es cuando he estado con esa persona tan especial, cuando he estado a su lado.

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