CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Cada mañana..., por Ángeles Sánchez

Cada mañana, cada día, es algo nuevo, algo diferente...nadie sabe lo que va a pasar o lo que no, puede que por la tarde, mientras leo mi nuevo libro en italiano y tomo un café, conozca al hombre de mi vida, o con el que no voy a, de echo no quiero, durar mas de una semana. Puede que por la noche beba más de la cuenta, puede que baile en el podio de lo que aquí se hacen llamar discotecas, ¿quién sabe?, quizá vuelva a casa a las doce de la noche, o puede que volvamos a las seis de la madrugada...lo que siempre es seguro es que cuando despierte, subiré la persiana, abriré la ventana y esas vistas otoñales estarán ahí para mí...

Puede que, en el resto del día, no vuelva a prestar atención a esto, pero desde luego, por la mañana, aún con legañas en los ojos y la mente ida, sin saber muy bien ni cómo me llamo, podré quedarme embobada mirando...y si me fijo, en el fondo muy en el fondo, en los días despejados, puedo ver el mar...el Adriático...y soñaré con la pegajosa arena, el sol ya “frío”...y me sentiré bien...

Y así, cada amanecer, me encuentro mirando al infinito, pensando en lo grande que es el poder atender a esos pequeños detalles, esas cosas, que no ves a primera vista: esa moto en aquel lejano camino, el hombre que trabaja en la granja, llena de gallinas demasiado madrugadoras... Y cada mañana, veo algo nuevo: una piedra, un árbol, tantas cosas...y cada despertar entiendo algo que antes no comprendía...

Y es que pasito a pasito, poco a poco, la imagen que tienes sobre lo que te rodea, sobre ti mismo, sobre los demás, va cambiando...Cuando eres un enano y miras a la ventana, ¿qué ves? Nada, no ves nada. Cuando entras en la adolescencia, con todas esas hormonas alborotadas que no te dejan ni pensar...bueno sí, te dejan pensar, pero solo en el sexo opuesto...¡sólo en el sexo opuesto!, ¿qué comprendes? Nada, no puedes. Y cuando eres joven, con esas mil preocupaciones, esas mil preguntas, todas ellas, realmente tan innecesarias, necesitas verlo todo porque quieres saberlo todo...

¿Quién soy?... ¿De dónde vengo?... ¿Qué tengo que hacer con mi vida?... ¿Estaré loca?... ¿Caeré bien a la gente?... ¿Sabré que existo?... ¿Debería darle mi número de teléfono y decirle mi nombre verdadero?... ¿Será buena gente?...

Y encima, quieres entender por qué el chico que te gusta no te mira, por qué tu profesora de contabilidad no confía en ti, por qué tu familia te exige tanto...Y no sólo quieres saber, quieres sentir, sentir el amor, enamorarte por vez primera de verdad, y discutir con tu pareja, te acuestas en la cama y, literalmente, ¡alucinas tu vida perfecta! Sentir la amistad de tus amigos, que, a pesar de que han estado contigo desde años, sólo ahora te das cuenta de lo mucho que los quieres, sentir la vida corriendo por tus venas, aprovechar cada uno de los segundos que la vida te ofrece, decir “sí” a casi todas las oportunidades, buenas o malas, escaparte sin permiso, salir con las personas inadecuadas para experimentar.

Y te da igual si anoche bebiste y hoy te duele la cabeza, te da igual si has estado durmiendo medio día, hasta las cuatro de la tarde, porque cuando despiertes, vas a querer hacerlo todo, ¡Todo!, salir con los amigos, descansar, ver una película, cenar en una pizzería, ligar, beber una cerveza... todo a la vez.

Nos creemos invencibles, creemos que nuestro cuerpo aguantará así durante décadas, que seremos siempre jóvenes y vitales, que nuestros huesos no nos pasaran factura, que no se nos blanqueará el pelo o se nos caerá, creemos que seguiremos teniendo el mismo cuerpo, nos guste o no...

Y yo no he sido menos, tenía que conocerme, que probarme, tenía que encontrarme, hallar la respuesta a tantas preguntas, quería vivir, sacar partido al momento...y pensando que lo conseguiría, (sigo pensándolo), me monté en un avión con destino Italia y me prometí a mí misma que tarde o temprano volveré, sana, salva y más fuerte a casa.

 

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