ÉRASE UNA VEZ: El narrador, por Ancrugon



El narrador es esa voz que todo lo sabe y nos va contando la historia. No es el autor, pues, si coincidieran, ya no sería ficción sino autobiografía. Es una herramienta de la que puede disponer el creador para plantearnos el enfoque de su obra que pretende dar. Él lo ve todo un punto de vista y luego nos dice lo que está ocurriendo y así, podemos encontrar distintos enfoques. Por ejemplo, el narrador puede estar fuera de los acontecimientos y no se alude a sí mismo en ningún momento, simplemente se limita a relatarnos los hechos tal como él los ve, o pretende verlos:

EL SUEÑO

“Él estaba sentado sobre un viejo tronco derribado, enorme y hueco, y tocaba, bastante bien, una guitarra española, lo cual le llamaría la atención al recordarlo, pues ni aparecía su silla de ruedas por ninguna parte, ni sabía tocar la guitarra. A su lado se veía a Inés, también sentada sobre el tronco. Los dos cantaban muy alegres. Ella estaba de espaldas, pero se sabía quien era por el color y forma de su pelo, por sus piernas largas y bien torneadas que a él tanto le gustaban y por su característico olor a perfume dulzón y a rosquillas de la merienda. Ella se volvía a él de vez en cuando y entonces se descubría que carecía de rostro. Pero esto no le importaba ni le extrañaba nada, así que continuaban cantado sin más. Esto es, en esencia, el sueño, el cual se repitió varias veces. Cuando se despertó, Antonio lo recordó y ello le hizo notar que ya no le importaba que Inés le dejara y, a partir de aquel día, ya no volvió a echarla de menos nunca más.”

Es el narrador en tercera persona más o menos omnisciente, porque a veces narra lo ocurrido sin más, pero otras conoce incluso los sentimientos y pensamientos más íntimos de los personajes.

En ocasiones, el narrador toma parte activa de la acción, es uno de los personajes, incluso puede representar al protagonista. Aparece en primera persona y nos muestra el mundo desde su punto de vista:




MI SUEÑO

“Yo estaba sentado sobre un viejo tronco derribado, enorme y hueco, y tocaba, bastante bien, una guitarra española, lo cual me llamó la atención al recordarlo, pues ni aparecía mi silla de ruedas por ninguna parte, ni yo he sabido tocar nunca la guitarra. A mi lado se veía a Inés, también sentada en el tronco. Los dos cantábamos muy alegres. Ella estaba de espaldas, pero sabía quien era por el color y forma de su pelo, por sus piernas largas y bien torneadas que a mí tanto me gustan y por su característico olor a perfume dulzón y a rosquillas de la merienda. Ella se volvía a mí de vez en cuando y entonces yo veía que carecía de rostro. Pero esto no me importaba ni me extrañaba nada, así que continuábamos cantando sin más. Este, en esencia, es el sueño, el cual se repitió varias veces. Cuando me desperté, lo recordé y ello me hizo notar que ya no me importaba que Inés me hubiese dejado y, a partir de aquel día, ya no he vuelto a echarla de menos nunca más.”

La primera persona puede pluralizarse y ser dos, o más, los narradores, como en un diálogo narrado o un monólogo donde se saben las respuestas:

NUESTRO SUEÑO

“Yo estaba sentado sobre un viejo tronco derribado, enorme y hueco, y tocaba, bastante bien, una guitarra española, lo cual me llamó la atención al recordarlo, pues ni aparecía mi silla de ruedas por ninguna parte, ni yo he sabido tocar nunca la guitarra. A mi lado estabas tú, también sentada en el tronco. Los dos cantábamos muy alegres. Tú estabas de espaldas, pero sabía quien eras por el color y forma de tu pelo, por tus piernas largas y bien torneadas que a mí tanto me gustan y por tu característico olor a perfume dulzón y a rosquillas de la merienda. Tú te volvías a mí de vez en cuando y entonces yo veía que carecías de rostro. Pero esto no me importaba ni me extrañaba nada, así que continuábamos cantando sin más. Este, en esencia, es el sueño, el cual se repitió varias veces. Cuando me desperté, lo recordé y ello me hizo notar que ya no me importaba que me hubieses dejado y, a partir de aquel día, ya no he vuelto a echarte de menos nunca más.”

Sin embargo, hay otro tipo que, aunque contenga rasgos del narrador protagonista, difiere de éste en que no utiliza el “yo” un el “nosotros” y, a pesar de coincidir con el de tercer omnisciente, pues conoce hasta lo más íntimo, no emplea en ningún momento esta persona gramatical, es un narrador apelativo y, a veces, imperativo:

TU SUEÑO

“Tú estabas sentado sobre un viejo tronco derribado, enorme y hueco, y tocabas, bastante bien, una guitarra española, lo cual te llamó la atención al recordarlo, pues ni aparecía tu silla de ruedas por ninguna parte, ni tú has sabido tocar nunca la guitarra. A tu lado se veía a Inés, también sentada en el tronco. Los dos cantabais muy alegres. Ella estaba de espaldas, pero tú sabías quién era por el color y forma de su pelo, por sus piernas largas y bien torneadas que a ti tanto te gustan y por su característico olor a perfume dulzón y a rosquillas de la merienda. Ella se volvía a ti de vez en cuando, y entonces tú veías que carecía de rostro. Pero esto no te importaba ni te extrañaba nada, así que continuabais cantando sin más. Este, en esencia, es el sueño, el cual se repitió varias veces. Cuando te despertaste, lo recordaste y ello te hizo notar que ya no te importaba que Inés te hubiese dejado y, a partir de aquel día, ya no has vuelto a echarla de menos nunca más.”

En conclusión, el escritor es quien crea el relato, pero cada uno debe elegir el tipo de narrador que considera más efectivo para lo que desea transmitir.



Participación

No creáis que un escritor cuenta simplemente aquello que le ocurre, la mayor parte de las veces se recrea en lo que pudiera haber sucedido o en aquello que deseaba que aconteciese. El escritor crea su mundo y para ello tiene un equipo de narradores que pueden dar a su historia las perspectivas que más le interesen.

¿Os apetece jugar a crear narraciones vistas desde diferentes puntos?... Por ejemplo: imaginad unos hechos que le ocurren a una niña que pasea con su abuelo y su perrito por el parque a quienes se les acerca una mujer joven… ¿Qué puede ocurrir?... ¿Qué puede querer esa mujer de ellos?... ¿Qué sentimientos surgen?... ¿Hará algo el perro?... 

Dependerá del narrador para que la historia tenga determinados enfoques, incluso puede ser el animal, ¿por qué no?


Luis Novella ha escrito:
2 de abril 2011


Era un día claro de primavera, disfrutaba del día paseando de la mano de mi nieta Jana de tan solo cinco años de edad. Durante esos cinco años había disfrutado de cada momento al lado de mi deseada nieta. Caminábamos por el paseo de la Mina y nos acompañaba mi inseparable Bibiano, ese perro que un día apareció en la puerta de
casa. A lo lejos una mujer se acercaba a nosotros, Bibiano empezó a mover el rabo, síntoma de alegría, ¿quien sería esa mujer que alegraba al perro?, yo no la distinguía, mi vista ya no era buena, cuando más se acercaba Bibiano más contento se ponía y de repente, Jana se suelta de la mano y hecha a correr gritando ¡mamá!.


Era un día claro de primavera, Luis disfrutaba del día paseando de la mano de su nieta Jana de tan solo cinco años de edad. Durante esos cinco años había disfrutado de cada momento al lado de su deseada nieta. Caminaban por el paseo de la Mina y les acompañaba su inseparable Bibiano, ese perro que un día apareció en la puerta de casa. A lo lejos una mujer se acercaba a ellos, Bibiano empezó a mover el rabo, síntoma de alegría, ¡quien sería aquella mujer que alegraba al perro?, Luis no la distinguía, su vista ya no era buena, cuando más se acercaba Bibiano más contento se ponía y de repente, Jana se suelta de la mano y hecha a correr gritando ¡mamá!.



Era un día claro de primavera, disfrutabas del día paseando de la mano de tu nieta Jana de tan solo cinco años de edad. Durante esos cinco años habías disfrutado de cada momento al lado de tu deseada nieta. Caminabas por el paseo de la Mina y te acompañaba tu inseparable Bibiano, ese perro que un día apareció en la puerta de tu
casa. A lo lejos una mujer se acercaba a vosotros, Bibiano empezó a mover el rabo, síntoma de alegría, ¿quien sería esa mujer que alegraba al perro?, no la distinguías, tu vista ya no era buena, cuando más se acercaba Bibiano más contento se ponía y de repente, Jana se suelta de la mano y hecha a correr gritando ¡mamá!.


Paco Tortajada Rodríguez ha escrito:
6 de abril 2011


Era una mañana de primavera perfecta: soleada, con una temperatura agradable y lo más importante, era fin de semana. Como no teníamos nada que hacer , dormimos hasta las buenas horas, después cogimos unos buenos bocatas, agua y nos fuimos al "Rialé" a
comer, éramos cinco: David, el más ágil de todos, llegó antes que ninguno; Fernando, el más atrevido , al llegar, fue capaz de meterse en el agua; Vicente , el más..... el más tranquilo, llegó un poco más tarde que los demás; Gaizka , que fue el más listo cogió la
bici y fue el que menos se cansó; y quedo yo, el más perezoso , que fui echando quejas hasta el final del día.
Estábamos los cinco allí hablando tranquilamente, y jugando a las cartas cuando, de repente, una nube, una sola nube, llegaba a lo lejos y en menos en lo que se dice "vamos" empezó a llover. Nosotros comenzamos a correr, (Gaizka se fue en bici), para mojarnos lo menos posible, pero fue insuficiente, nada más llegar a casa, paró de llover y nosotros fuimos a jugar, aún habiendo tenido este imprevisto, fue el mejor día de la primavera porque, aunque no lo parezca, aquí en el Alto Palancia, tenemos una hermosa vista, los verdes pinos, la belleza del río... y todo ello a menos de cinco minutos.



Irene Báguena Clemente ha escrito:
17 de mayo de 2011


Era una mañana de primavera de estas que miras por la ventana y piensas: “que día mas bueno...” pero en cuanto sales a la calle, preferirías quedarte en la cama todo el día.
Como todos los días después de clase, Violeta venia a ver a su abuelo. Su abuelo por si no os habíais dado cuenta, es mi amo Andrés. Perdonar que no me he presentado, me llamo Perla y soy un Beagle y llevo con Andrés desde que el tenia 12 años. Volviendo a nuestra historia, Violeta llegó a casa de su abuelo feliz después de pasar un día de clase magnifico. Por lo que pude oír había sacado un 10 en matemáticas y le habían salido las acrobacias de educación física a la primera. Era una niña magnifica, buena estudiante, buena amiga y siempre estaba sonriendo. También le encantaban los animales, y como siempre, vino a saludarme y a darme besitos. Ella y yo teníamos un secreto, cuando le daba galletas de frutos secos su abuelo, ella venia y las compartíamos. Ese día decidieron salir a pasear por un parque cercano a donde vivíamos. Me pusieron la correa favorita de Violeta que, por supuesto era morada, y me vistieron con una chaquetita que me había hecho la abuela de Violeta antes de dejarnos. A la niña le encantaba, ya que le recordaba muchísimo a su abuela a la que quería tanto.
Llegamos al parque donde yo perseguía feliz a Violeta mientras ella subía y bajaba por los cacharritos que habían en el parque y el abuelo leía tranquilamente su periódico favorito (como siempre la sección de deportes, seguido la de actualidad). De repente cuando nos dimos cuenta Violeta y yo, vimos al abuelo hablando con una chica joven con el pelo largo, morena y muy alta. Violeta enseguida la reconoció, era su profesora de clarinete y corriendo fue a ver de lo que hablaban. Yo no entendía nada… me quedé un ratio esperando y vi como se levantaban y se acercaban al coche de la chica. Me extraño muchísimo porque siempre que se iban me llamaban y yo acudía corriendo, pero esta vez fue diferente, no me llamaron y cuando me quise acercar no me hicieron
caso.
Nos fuimos a casa, y yo toda preocupada por lo que había pasado, pero luego le quise quitar importancia y me olvidé del tema. Ese día los padres de Violeta comían en casa de Andrés y a mí me pusieron la comida donde siempre, justo a de la chimenea. Durante la comida, el tema de conversación fueron todos relacionados con lo de la chica esa que
habíamos visto en el parque. Yo no entendía porque estaban hablando sobre un cachorro dálmata, pero luego lo entendí querían sustituirme por un perro de pura raza y más joven que yo. Mi primer pensamiento fue: “Es mentira, seguro que no, he estado toda la vida con ellos, no es posible que ahora que soy más vieja y he dejado de correr me quieran sustituir…” Pero en ese momento vi a la niña acercándose a mí, me abrazo fuerte, me dio un besito y me dijo al oído: “Eres mi Perla, no te dejaría por nada, ni siquiera por un cachorrito” Al oír eso empecé a ladrar y a darle besos, a mi manera.  En ese momento comprendí que aunque fuera vieja y ya no corriera lo suficiente para poder seguir el ritmo de Violeta, me seguían queriendo, ya que habíamos pasado muchísimos momentos juntos: unos malos, pero sobre todo momentos inolvidables. Después de eso nos hicimos una foto todos juntos y más tarde la colgamos en el comedor junto a la abuela.


Pablo Palacios Latorre ha escrito:
18 de mayo de 2011


Fue un día de agosto, el segundo día de las fiestas de mi pueblo, hacia dos semanas que tenia el carnet de la moto, mi sueño desde hacía mucho tiempo, todo iba bien, todas aprobadas, un amigo de fuera se quedó a dormir en mi casa toda la semana de fiestas, estábamos muy contentos y decidimos coger la moto e ir al pueblo de al lado por el monte. Íbamos muy rápido, pero creía que controlaba, íbamos por unos caminos de tierra con muchas curvas y estrechos por los que nunca había pasado, cuando ya nos acercábamos al pueblo había una recta con saltos, se me olvidó todo, solo pensaba en acelerar, no pensé en qué era lo que podía pasar ni en cómo iba a frenar después ni siquiera en que iba con mi amigo detrás, cuando llegué al ultimo bote, entré en razón y vi una curva cada vez más y más cerca, ahora tenia que frenar, lo intenté, pero cuando estaba apunto de tomar la curva, la rueda pegó contra una piedra y no pude controlar la moto, mi amigo salió volando y cayó de cabeza contra una piedra de la orilla del camino, yo fui arrastrando debajo de la moto unos segundos y luego me la quité de encima y fui corriendo hacia mi amigo que estaba tirado en mitad del camino con la cara blanca y quejándose del hombro, le pedí unas 50 veces que me perdonara y el decía que no pasaba nada, después me mire lo que tenía yo, tenía la pierna derecha llena de sangre y el pantalón totalmente destrozado, después de 5 minutos de recuperación del susto empecé a preocuparme por la moto, la levantamos y la arrancamos, aún podíamos volver a casa a curarnos, tenía muchas cosas rotas, pero del motor parecía que estaba
bien. Cuando llegamos a mi casa no había nadie y nos curamos y limpiamos las camisetas llenas de sangre, nuestros padres no debían enterarse así que al día siguiente fuimos al taller a comprar las piezas rotas y quedó todo más o menos decente. Tan sólo tardaron en enterarse nuestros padres un día al ver que cojeábamos y que había manchas de sangre en la cama, pero por supuesto no les contamos la verdad.


María Abad Torres ha escrito:
24 de mayo de 2011


Eran las 4 de la tarde, un día de verano, soleado, hacía mucho calor; mis amigas y yo nos subíamos a la piscina como todos los días. Íbamos todas las amigas con las toallas. Cuando llegamos a la piscina en la puerta estaban los socorristas, que uno de ellos es amigo nuestro, y nos dijo que nos pusiéramos en las palmeras que se está mejor. Mientras estábamos jugando a las cartas vimos que por detrás de las montañas había humo, pero no hicimos caso. Pasó un rato y había mucho más humo, entonces empezaron a pasar helicópteros y nosotras nos asustamos mucho, entonces cogimos nuestras toallas y nos fuimos a la ermita para ver lo que pasaba, y vimos que había un incendio muy grande por la Sierra Espadán.
Por la noche fuimos a unos bancos que hay detrás del castillo, y de ahí se veían las llamas perfectamente, y estuvimos allí hasta tarde mirando las llamas, hasta que nos fuimos a dormir todas juntas a casa de una y al día siguiente por la mañana cuando nos levantamos el incendio ya estaba apagado.

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