PALABRAS DE MALA PRENSA: Miedo y cobardía, María Elena Picó Cruzans


El miedo ha sido (y es) compañero en muchos momentos de mi vida. Y el que rescato a menudo del recuerdo me regresa a la primera noche que llegué a India, hace ahora catorce años.

Entré en India una noche repleta de gente, olores y ruido. Tuve incluso la sensación de no poder respirar en aquella humedad cálida. Y de forma casi inmediata esa sensación se internó en mí, y se agazapó en un sentimiento de profunda soledad. En India descubres que el miedo siempre está presente: se hace consciente cuando la mente le da consistencia; se disgrega cuando el espíritu lo diluye en alguna sustancia disolvente: la naturalidad, la sencillez, la sinceridad, la armonía...

Existen dos tipos de miedo:

El primero convive con nosotros. Es el que nos conecta con la “cobardía”. La Gestalt lo llama miedo adaptativo. A menudo consideramos el miedo como algo desagradable y paralizante; no obstante, la Gestalt, desde su mirada integrativa, nos rescata el miedo como un sentimiento que nos conecta con nuestro instinto de supervivencia, ya que nos pone en alerta ante la amenaza (nos avisa del peligro), y nos hace conscientes de nuestras fuerzas de defensa ante ella. De esta manera, si estamos conectados con el miedo podemos optar entre nuestras armas por aquellas que nos salvan del peligro. La Gestalt tiene esta facilidad para rescatar palabras de “mala prensa”: incluso lo hace con la “ansiedad”, que nos anticipa el miedo, nos moviliza conectándonos con nuestro entusiasmo y nos informa de hasta qué punto estamos listos para lo que estamos improvisando. La Gestalt es una invitación constante a tomar aquello que ya somos.

El segundo es el que creamos nosotros. Desde nuestra fantasía identificamos el miedo con la amenaza. Y es que a menudo a las personas nos resulta más fácil la fantasía del victimismo que la realidad del fracaso.

Lo hacemos para asustar al primero porque nos aterra la cobardía: la debilidad, la necesidad, la inseguridad, la incertidumbre...

Lo cierto es que creamos (de “crear”) y nos creemos (de “creer”) el segundo miedo para espantar al primero, y acabamos huyendo del segundo porque nos atemoriza. Y, al final, salimos corriendo de nosotros mismos.

El primero nos permite la retirada.

El segundo nos lanza hacia la huida.

Cervantes nos rescata magistralmente la “cobardía” en boca de Sancho, en el capítulo XXIII de la Primera parte de “El Quijote”.

 
Viéndose tan malparado don Quijote, dijo a su escudero:

 -Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar. Si yo hubiera creído lo que me dijiste, yo hubiera escusado esta pesadumbre; pero ya está hecho: paciencia, y escarmentar para desde aquí adelante.

-Así escarmentará vuestra merced -respondió Sancho- como yo soy turco; pero, pues dice que si me hubiera creído se hubiera escusado este daño, créame ahora y escusará otro mayor; porque le hago saber que con la Santa Hermandad no hay usar de caballerías, que no se le da a ella por cuantos caballeros andantes hay dos maravedís; y sepa que ya me parece que sus saetas me zumban por los oídos.

-Naturalmente eres cobarde, Sancho -dijo don Quijote-, pero, porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición: que jamás, en vida ni en muerte, has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora, te desmiento, y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres. Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos  los hermanos y hermandades que hay en el mundo.
-Señor -respondió Sancho-, que el retirar no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza, y de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día. Y sepa que, aunque zafio y villano, todavía se me alcanza algo desto que llaman buen gobierno; así que, no se arrepienta de haber tomado mi consejo, sino suba en Rocinante, si puede, o si no yo le ayudaré, y sígame, que el caletre me dice que hemos menester ahora más los pies que las manos”.


El “I Ching” dice al respecto: “No es fácil entender las leyes de una retirada constructiva (...) Saber emprender correctamente la retirada no es signo de debilidad sino de fortaleza”.

India me ofreció la oportunidad del veneno y también la del antídoto. ¡Qué camino de noche hasta despuntar el día! India se abría a la luz y desaparecían los temores de lo desconocido, de la desconfianza, del cansancio, de la decepción...

Me reconforta recordar esta imagen que diluía el temor, en una tierra donde constantemente estás conectado a ti mismo. Y no te abandona la sensación de estar (casi) siempre en “peligro”.

India nos puede rescatar mejor que nadie el miedo (y la cobardía). Es como una madre que te conecta a tu cobardía para mantenerte alerta y para protegerte. Y, otras, te deja plantada ante ti misma, y descubres que estás mirándote por primera vez, y si resistes el primer impulso de salir corriendo, puedes descubrir incluso algo que te guste de ti.

El segundo miedo se genera al considerarlo como un enemigo; identificamos el miedo con la amenaza: es la tormenta que nos acecha a campo descubierto, es la oscuridad que nos golpea en la noche, es la mano que amenaza o el grito que inquieta, es la araña que se desliza, la incertidumbre de la vida, el acoso de la muerte, el examen que se avecina...

El primero no es la amenaza, no es el “enemigo”, sino que surge ante su presencia, y nos dice cuan grande es él y cuan grandes/pequeñas son nuestras fuerzas. Es un gran aliado cuando dejamos de salir huyendo de nosotros mismos.

Pero esto en muchas ocasiones no es fácil: desde niños hemos escuchado la frase “No tengas miedo” como alivio y consuelo. Y, otras veces, incluso puede llegar a ser muy difícil: en una ocasión escuché la frase de una madre a su hijo “No llores como un débil”. De esta manera no sólo se consigue que se inhiba el miedo (como en la primera frase), sino que además se genera un sentimiento de vergüenza por su propia debilidad, que derivará posteriormente en angustia, compañera infatigable del segundo miedo, que es posible que el niño aprenda a transformarla en furia.

A pesar de todos los posibles rescates, las personas siempre vamos a tener la elección de vivir con el miedo como amenaza: vivir huyendo. No siempre tenemos fuerzas para mirar y mirarnos, para retirarnos, para buscar consuelo, para “salvarnos”... Existen muchas formas de envejecer.

Sin olvidar nunca que, a veces, una mancha tan sólo es una mancha.

Sin duda es más fácil rescatar el primer miedo. No obstante, también podemos intentarlo con el segundo. Así que si no puedes dejar de ver el miedo en el bando contrario, siempre queda la opción de rescatar la palabra “rechazo” y tomar conciencia de lo que llamamos “la generosidad del enemigo”. Yo en estos casos me hago esta pregunta: ¿Qué tiene el enemigo que yo no tengo y que deseo? Quizá de esta manera descubramos que el miedo a la muerte es el impulso para cuidar mi vida (y mi salud), que el miedo a la soledad es la mejor motivación para buscar compañía, que el miedo al futuro es el trampolín que me permite disfrutar del momento presente... Yo esto no lo aprendí de ningún libro en concreto; lo aprendí de mi padre. Mi padre ha sido un hombre en el que he visto pocas veces asomarse el miedo; sin embargo estoy convencida de que estaba profundamente conectado con él y con su propia cobardía. Nadie mejor que mi padre me rescata la palabra “miedo” porque no conozco a nadie que ame tanto la vida como él. Tenía una frase: “El buen vino y los valientes duran poco”.


Participación


Deja que tu voz interior te hable de tus miedos. Puedes escribir sobre él; sobre ti con él. Deja que se exprese. Te invito a compartir en estas páginas tus experiencias con el miedo. Y te animo también a que compartas en estas páginas con nosotros obras de arte (literatura, cine, pintura...) que te han ayudado a reconciliarte con tus miedos.



Ainara Delgado Berasategui ha escrito:
18 de mayo 2011


''¿Miedo?,¿yo?, yo no tengo miedo'' .

Y eso dicen, mentira, totalmente falso, ¿quién no ha tenido miedo alguna vez? Quien no haya tenido miedo nunca, no tiene sentimientos. Porque el miedo está en nosotros, está ahí siempre, detrás de cada cosa. Todos hemos tenido miedo a ese camino tan oscuro, todos hemos tenido miedo a ese rechazo, todos hemos tenido miedo a no encontrar a la
persona adecuada, hemos tenido miedo de cambiar, hemos tenido miedo de perder a alguien, miedo de perder lo que queremos...  
Yo y el miedo.. yo y el miedo ya somos casi mejores amigos. Y es que he aprendido que en esta vida no tiene que darte miedo nada, porque siempre vendrá algo peor, y el miedo no hará que lo afrontes, sino que te hará retroceder, y eso no es lo que busco. Por ello me digo siempre: ''Si no puedes con tu enemigo, únete a él'', y eso he hecho, unirme al
miedo, afrontar todo lo que venga, bueno o malo, alegre o triste, que te haga reír o que te haga llorar, pero nunca con miedo.

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