PALABRAS DE MALA PRENSA: Traición, por María Elena Picó Cruzans
Palabras de mala prensa
traición
María Elena Picó – Mayo 2011 –
“Muchas veces en la vida me llamaron traidor. La primera fue a los
doce años y tres meses, cuando aún vivía en un barrio a las afueras de
Jerusalén. Fue durante las vacaciones de verano, faltaba menos de un año para
que el gobierno británico se retirase del país y naciera, en medio de la
guerra, el Estado de Israel.
Una mañana vimos en la pared de nuestra casa, debajo de la ventana
de la cocina, escritas con unas letras gruesas y negras, unas palabras que
decían: ¡Profi, boged shafe! (¡Profi, vil traidor!).”
Así comienza la novela de Amos Oz. Y nos lleva a un encuentro directo
con los entresijos de la traición a través de su protagonista, un joven
adolescente al que apodan “Profi” como diminutivo de profesor. A Profi le
“encantan
las palabras: coleccionarlas, ordenarlas, mezclarlas, darles la vuelta,
formarlas”,
y poco a poco se va
internando en el sonido y los significados de la palabra “traición”, que le
cautiva.
No es fácil para un
adolescente rescatar esta palabra. En la adolescencia vivimos las traiciones
intensamente, desde su lado más trágico, y seríamos capaces de vender el alma
al diablo por no ser acusados de traidores. Para un adolescente ser un traidor
es ser un “vil traidor”. Es una etapa de movimientos inciertos donde aprendemos
a respirar la traición por todos los poros de nuestra piel en silencio y nos
internamos en los parajes a los que nos conduce: nos asomamos al precipicio del
crecimiento con el vértigo agazapado a nuestras espaldas. Nuestra supervivencia
ha dependido de mantenernos fieles (a nuestra familia) y, ahora, aunque hayamos
salido tímidamente del redil familiar, sigue dependiendo de ser fieles a
nuestro grupo. Queremos alzar el vuelo,
pero...¿hacia dónde?
No resulta extraño, después de
leer la novela de Amos Oz, que a Profi le llamaran a menudo “traidor”, ya que
desde su adolescencia acepta el camino que el crecimiento de la vida le
propone, y opta por vivir de manera diferente a como vive la gente sedienta:
“Gente como
ésa quizás esté condenada a vagar durante toda su vida por un desierto
interior, entre áridas dunas amarillentas, arenas movedizas, soledad. Muchas
aguas no lo apagarán, ni lo bañarán los ríos”.
En la Gestalt he aprendido
que en la vida nos vemos envueltos en dos importantes traiciones: la primera
traición la llevamos a cabo casi al nacer, al ingresar en la familia que nos
acoge: consiste en traicionarnos a nosotros mismos para ser fieles a lo que
nuestros padres esperan de nosotros; la segunda traición la vivimos en la
adolescencia (si más o menos tenemos suerte): consiste en traicionar a nuestros
padres para ser fieles a nosotros mismos. Las dos traiciones son cuestión de
supervivencia, y las dos tienen la misma recompensa: el crecimiento, al mismo
precio. Es difícil para el adolescente, que cree que la traición forma parte
del mundo de los adultos, al que no tiene mucha prisa de pertenecer (hay quien
se olvida incluso de que existe). Puede ocurrir, incluso, que estemos tan
pegados al papel que nuestros padres han seleccionado para nosotros que creamos
que es el traje que hemos elegido. No siempre estamos dispuestos a pagar el
precio de nuestra libertad: no siempre estamos dispuestos a sobrellevar la
acusación de “traidores”. No siempre optamos por crecer.
De nuevo la Gestalt nos ofrece la oportunidad de mirarnos desde
horizontes más amplios y es capaz de integrar en nuestra vida lo que ha permanecido
oculto o ajeno a nuestros ojos.
Una terapeuta gestáltica, Maru
Martí, me acercó al libro de Oriah Mountain Dreamer, “La invitación” y así tuve
la oportunidad de disfrutar de un poema de amor y de vida donde me hablaba de
la “traición” desde un vértice de reconciliación y apertura. Recomiendo a
menudo la lectura (y relectura de este poema, y la práctica de las meditaciones
que propone).
(...)
“No me interesa si lo que me cuentas es cierto.
Quiero saber si puedes
decepcionar a otra persona
para ser fiel a ti mismo;
si podrías soportar la acusación de traición
y no traicionar a tu propia alma;
si eres capaz de ser desleal
y por lo tanto digno de confianza”.
(...)
“No me interesa si lo que me cuentas es cierto.
Quiero saber si puedes
decepcionar a otra persona
para ser fiel a ti mismo;
si podrías soportar la acusación de traición
y no traicionar a tu propia alma;
si eres capaz de ser desleal
y por lo tanto digno de confianza”.
(...)
Oriah Mountain nos dice que
“Cuando
aceptamos la traición y asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones de
romper pactos, debido a que sabemos que alguien ha roto el suyo con nosotros,
nos duele por anticipado la pérdida de la inocencia. Para confiar de nuevo,
debemos estar dispuestos a enfrentarnos a la sombra de la inocencia: la
ingenuidad deliberada que está aferrada a la negación y rechaza la verdad
porque es demasiado dura”. (...) “Si no podemos vivir con nuestra necesidad de
renovar los acuerdos que hacemos, rompemos la única promesa que en verdad nos
debemos mutuamente: decirnos la verdad”.
Cada vez que releo estas páginas me sorprendo descubriendo nuevos
mensajes y sincronías con mi vida. En algunas ocasiones me veo huyendo de la
vida; otras, me siento loba herida, y, a veces, cu
ando la tierra abre sus rendijas, incluso soy capaz de ser la propia delatora de mis traiciones.
ando la tierra abre sus rendijas, incluso soy capaz de ser la propia delatora de mis traiciones.
Y procuro no olvidar que, a
veces, una mancha tan sólo es una mancha.
LA INVITACIÓN (Poema completo) ORIAH
MOUNTAIN
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