JUGUETES: Tiempo de títeres, por Ancrugon



Rafael Curci - El viento entre las hojas


Alba, la viuda del pueblo, vive sola en una cabaña del bosque. Tiene un hijo, Juan, pero se marchó tras una fuerte discusión y nunca más volvió a su casa. Así que ella, cada día más vieja y con menos fuerzas, no puede trabajar en la granja, por lo que sus huertos están secos y abandonados. Su malhumorado vecino, Rosco Talbus, pretende apoderarse de las tierras de la anciana, por lo que siempre la está acosando con sus artimañas, pero los peores son los gemelos Talbus, hijos de Rosco, que son unos verdaderos diablos y se pasan el día gastando pesadas bromas a la pobre mujer. Pero un día algo fantástico ocurre, y el escuálido espantapájaros se llena de vida y comienza a trabajar los campos y a cuidar de la granja y la defiende de sus malvados vecinos.



Mi nombre es Ros y me dedico a divertir a la gente… ¡No es tan difícil!... Sólo tienes que contarles breves historias o cantarles canciones que hablen de algo que desean escuchar… Si en realidad todo el mundo lo único que quiere es hablar de lo que ya sabe o desea…

Lo que ocurre es que yo soy diferente, sí, pues estoy fabricado de tela, cartón y madera… y mis miembros se mueven gracias a unos finos hilos que maneja mi pequeño dios personal… ¡Muy bien!, lo habéis adivinado, soy una marioneta.

Pero no creáis, aunque no sea de carne y huesos, tengo mi alma, mis sentimientos y mi mayor deseo es transmitir a los espectadores todas esas emociones que le llenan la vida: amor, ternura, alegría… pero también tristeza, soledad o miedo, porque por mis venas no corre la sangre, sino la esencia vital del teatro. 

En un títere existe magia, porque todos sabéis que es un humano quien lo mueve, pero acabáis conectando con el personaje y hablando con él, jugando con él y creyendo que él es real. 

Pero es que yo soy real, porque estoy hecho de sensibilidad, fascinación y amor hacia los demás, y poseo el mayor de los tesoros: la humildad de mi trabajo con el que soy capaz de conduciros hacia mundos maravillosos, sin grandes alardes ni gastos innecesarios.

¿Queréis venir conmigo?....

 

MARIONETAS EN LA CUERDA - SANDY SHAW

 



Nos llaman marionetas o títeres, pero no somos nada más que muñecos de trapo, de madera o de cualquier otro material…

Nuestro nombre viene del francés, ¿lo sabíais?... Antiguamente el teatro se hacía en las iglesias y sus representaciones trataban de cosas religiosas. Pues por entonces existían unos frailes que, cuando aparecía la Virgen, fingían hablar por ella y ponían una voz chillona, como la voz que nosotros tenemos, aunque a veces los malos tienen un sonido muy grave, como de malos, pues bien, a esos clérigos se les llamaba marionettes.

¿Y por qué nos dicen también títeres?, pues algunos lingüistas piensan que esa palabra es una onomatopeya, ya sabéis, las palabras que simulan sonidos de la naturaleza; y es que los titiriteros hacían sonar un pito acompañando el movimiento de sus muñecos: ti, ti, ti…


Marioneta triste


Una marioneta despierta de su sueño y se da cuenta de su realidad, entonces, al ver que no posee la dirección de sus movimientos, se entristece y decide cortar los hilos que le atan con su destino. Preciosa metáfora de la existencia…





Pero somos mucho más antiguos ya que el mismísimo Aristóteles, el gran filósofo griego, hablaba de nuestros antepasados y decía que parecían personas vivas y animadas. Y entre los romanos se nos utilizaba para distraer a la gente en los mercados y plazas. Así que tenemos una larga historia a nuestras espaldas, tanto como las de los humanos, pues se debe tener en cuenta que desde el primer momento en que una persona cogió un objeto y simuló hacerlo pasar por otra cosa, desde ese momento existimos las marionetas…



Una acrobacia peligrosa



Nosotros, habitualmente, representamos nuestras historias dentro de un espacio que nos sirve de escenario y al que se le suele denominar teatrillo. A veces se recreaba un castillo o fortaleza para relatar historias guerreras, sobre todo durante la Edad media, que en aquella época les gustaba mucho eso de pegarse…, de ahí que en algunas partes se le llame castelet o castillo. Más tarde, hacia el siglo XVII, coincidiendo con el Siglo de Oro español, se hablaba de los retablos, porque, sobre todo, se desarrollaban en ellos historias religiosas

  
Un ratoncito y la Luna

 

Mis primos, los muñecos de guiñol, no se mueven mediante cuerdas, sino por medio de palitos o con las mismas manos. Ellos nacieron en Francia poco antes de la Revolución Francesa, para ser más precisos, en la ciudad de Lyon, donde se cuenta que un dentista los creo para entretener a sus pacientes, pues, como todavía no se había inventado la anestesia, algo tenía que hacer para que se olvidaran un poco del dolor. Se ve que la idea le funcionó, porque sus conciudadanos le levantaron un busto en una plaza de su ciudad. Cuando llegó la Revolución, utilizaron este teatrillo para representar obras dedicadas al pueblo, contando todos los problemas que tenía, que eran muchos y variados, y el protagonista principal era un personaje al que llamaban Guignol de quien le vino el nombre a todo el conjunto.


Peláez en el colegio




A las personas que nos dan vida se les llama, desde antiguo, titiriteros. Ellos iban de pueblo en pueblo, o de castillo en castillo, para representar sus pequeñas comedias al aire libre, en las plazas, corrales, patios, mesones o iglesias. Pero también hacían juegos de magia, o acrobacias, y cantaban y bailaban… Claro, que al ir por los caminos y vivir de la farándula, les creo mala fama entre las buenas gentes de los pueblos, y muchas veces la palabra titiritero se confundía con charlatanes, embaucadores, timadores y rufianes de toda estofa...



Afortunadamente la afición por nuestro arte creció a partir del siglo XVIII y gente muy influyente e importante colaboró con nosotros para acrecentar nuestra fama, como, por ejemplo, los compositores Gluck, Haydn, Bizet o Liszt; o poetas como Goethe o George Sand, quien incluso creó su propio teatro de marionetas. Y en España no hay que olvidar las obras para títeres escritas por Valle-Inclán.

Durante toda nuestra historia hemos interpretado todas las obras posibles que se han escrito, para nosotros en exclusiva, o las que se pensaron para escenarios mucho más grandes, pero nunca hemos temido al fracaso porque él no existe en nuestro diccionario. Y como muestra, disfrutad de estas dos soberbias versiones de grandes canciones de la música pop interpretadas por mis amigos Los Teleñecos:

The Muppets: Stand By Me



También podemos considerar como miembros de nuestra raza a esos espíritus con forma pero sin volumen que habitan en los reflejos de las paredes o telones. Me refiero a las sombras, sean chinas o de manos, porque su voluntad es la misma que la nuestra: haceros más felices. 





 

Sombras de manos

 




Participación

 

En las obras para marionetas se suele simplificar y resumir. Los diálogos son muy sencillos y con oraciones no demasiado complicadas. Se emplea bastante los recursos emotivos, como interjecciones, onomatopeyas, diminutivos, etc., otro recurso bastante empleado es implicar al público, dirigiéndose el muñeco a los presentes para pedirles que hagan o digan algo, y se distorsionan los personajes hasta dejarlos en lo esencial: el bueno es muy bueno, el malo muy malo, el tonto muy tonto, etc…

Vale, con estos datos, ¿seríais capaces de adaptar algún cuento infantil en una obra para marionetas?....

¡Vamos a atrevernos!

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA LETRA Y LA MÚSICA: Hojas de otoño (La hojas muertas), por Ancrugon

LA LETRA Y LA MÚSICA: Castillos en el aire, de Alberto Cortez, por Ancrugon

CLÁSICOS DIVERTIDOS: El fantasma de canterville, de Oscar Wilde, por Ancrugon