EL DIARIO DE ANA: El deseo de cumpleaños, por Ana L.C.



El sábado nos reunimos toda la familia en casa de mi abuela. Cumplía la mujer ochenta años y había que celebrarlo, “Porque a saber los que podrá celebrar más”, repetía con su finura habitual mi tío José, el tío Pepico entre los allegados.

Mi abuela Carmen no ha tenido una vida fácil, “però no em queixe”, dice en su valenciano con acento catalán de las comarcas norteñas de Castellón. Crió cinco hijos prácticamente ella sola, porque mi abuelo, hombre trabajador donde los halla, “però faldiller, borratxo i jugador com el primer”, necesitaba para sus vicios más de lo que ganaba. Sin embargo ella llevó la casa adelante y “a cap dels meus fills els ha faltat mai menjar ni roba i tots han tingut estudis.”

En cuanto me ve, la historia se repite desde que era pequeña, me lleva aparte y me pregunta muy seria: “Xiqueta, ja tens nóvio?” “No, abuela, no.”- Le respondo. Y ella me pone cara de lástima y me pellizca las mejillas: “Però amb lo rebonica que es tu, com no hi ha un home que et busqui?”… “Abuela, buscarme me buscan, pero yo sólo me dejo encontrar cuando quiero.” Entonces me mira muy seria y mueve la cabeza negando algo, pero pronto se ríe y enseña su dentadura postiza perfecta: “Tu eres molt llesta, xiqueta, però que molt llesta. Els hòmens només porten disgustos... ho sabré yo... Però no és bo estar sola, no, no és bo." “Abuela,” - le digo – “lo primero para mí es el trabajo y pasármelo bien. Los hombres son como los chicles, al poco de gastarlos ya pierden el sabor y tengo que cambiarlos.” Y ella ríe a carcajadas y me achucha y me estruja hasta que llegamos donde están todos reunidos.

Al llegar al postre le plantamos una tarta enorme repleta de velas: "Collons, pareix l'unverso amb tantes llums! Esteu segurs que complisc tants anys?" Todos reímos su ocurrencia y los más pequeños empezaron impacientes: "Va, iaia, bufa, bufa les velas!" "Ja vaig, ja vaig, però abans hauré de demanar un desig, ¿no?"

El lunes por la mañana me llamó a la oficina por primera vez en su vida. “Abuela,” - dije asustada – “¿qué pasa?” "Tranquil·la, cel meu, no passa res. Només volia parlar un poc amb tu." “¿Te encuentras bien, abuela?” "Sí, sí, em trobe perfectament. Només volia dir-te que el desig que vaig demanar va ser per a tu." “¿Para mí?” – dije sorprendida – “¿Qué quieres decir?” "El meu desig és que tu trobes el mateix amor que jo vaig trobar i que sigues tan feliç com jo he sigut." Yo no salía de mi sorpresa. “¡Pero abuela, pero si el abuelo te hizo la vida imposible hasta que se murió!” Escuché una risita al otro lado del teléfono. "I qui està parlant del teu iaio ara?" “¿Cómo…?” "Jo estic parlant de l'home més meravellós que he conegut, que ha estat sempre al meu costat quan ho he necessitat i que encara m'agafa les mans quan parlem i em mira als ulls i li tremolen els llavis quan m'anomena." “Pero, ¿en el pueblo los saben?” "Tot el món, fins al capellà." “¿Y qué dicen?” "Que diguen el que vullguen, a mi que m'importa! No sabien tots que el teu iaio m'enganyava amb unes i amb altres i tots callaven?... Ara, si no els agrada, que s'aguanten." “¿Y papá y los tíos los saben?” "No. Tu els comptes tot el que haces?... Jo tampoc. Jo ja els doní els millors anys de la meua vida, ara que em deixen viure els últims com a mi em de la gana." “Abuela, lo que me cuentas me parece fantástico.” "Perquè per això et vaig demanar el desig. Perquè hi ha hòmens roïns, altres insípids, altres torpes... però també n'hi ha meravellosos. I jo espere que tu trobes el teu prompte i no hages d'esperar tant com yo."

Cuando colgué el teléfono una sensación muy extraña me invadió. Yo, que siempre he vivido tan tranquila, ahora tendré que andarme con mucho cuidado porque mi abuela siempre consigue lo que quiere.



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