PALABRAS DE MALA PRENSA: Egoísmo, por María Elena Picó Cruzans


Suelen estar muy mal vistas las personas que sólo se acercan a ti para pedirte. Las miramos y pensamos: “Está buscándome… ¿será que necesita algo?” o “Sólo me llama si quiere algo de mí”.

De esta manera establecemos relaciones que van desde el que sólo toma hasta el que sólo da (y todos podemos estar en cualquiera de los dos polos, con mayor o menor tendencia a uno de ambos).

El amor platónico nos sitúa con exclusividad en el polo del que sólo da, y desde ahí ocupamos el lugar de privilegio que nos ofrece. Ése es el lugar que eligen muchos poetas renacentistas y barrocos. (Y por el que seguimos optando en ocasiones en el S.XXI).

"El que fuere dichoso será amado,
"y yo en amor no quiero ser dichoso,
"teniendo, de mi mal propio envidioso,
"a dicha ser por vos tan desdichado.

"sólo es servir servir sin ser premiado;
"cerca está de grosero el venturoso,
"seguir el bien a todos es forzoso:
"yo sólo sigo el mal sin ser forzado;

"no he menester ventura por amaros;
"amo de vos lo que de vos entiendo,
"no lo que espero, porque nada espero;

"llevome el conoceros a adoraros;
"servir mas por servir sólo pretendo;
"de vos no quiero más que lo que os quiero.

"Conde De Villamediana"

El Conde de Villamediana se sitúa en una posición existencial por la que a menudo optamos y de la que difícilmente queremos desprendernos porque nos aporta ganancias ocultas que nos mantienen a salvo en nuestro mapa del territorio vital.

Desde la posición del que sólo da podemos anclarnos en una especie de fantasía del victimismo que puede ser más agradable que la realidad del fracaso.

"Al que ingrato me deja, busco amante;
"al que amante me sigue, dejo ingrata;
"constante adoro a quien mi amor maltrata;
"maltrato a quien mi amor busca constante.

"Al que trato de amor, hallo diamante,
"y soy diamante al que de amor me trata;
"triunfante quiero ver el que me mata,
"y mato al que me quiere ver triunfante.

" (…)

Sor Juana Inés de la Cruz

La literatura también es escenario de posiciones existenciales en las que sólo se toma. Testigo de excepción es la figura de Don Juan, que aparece así descrita por Zorrilla en su obra “Don Juan Tenorio”:

“Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.

Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.

Ni reconocí sagrado,
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.

A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté”.



Quizá se nos olvida que “amor” es una palabra de un signi-ficado muy amplio que abarca muchas facetas de nuestra vida: podemos sentir amor hacia nuestro trabajo, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros padres… hacia nuestro perro, nuestro coche…

Desde que conozco el método terapéutico de las Constela-ciones Familiares puedo mirar con más amplitud la dimensión del amor en la literatura, y en mi vida. Nos habla el creador de este método, Bert Hellinger, de los “órdenes del amor”. (Hay algunos libros que me gustaría recomendar a los interesados en este método, que citaré al final de la página).

El “tercer orden” se refiere “a la compensación entre dar y tomar”: en la jerarquía
sistémica los que llegan antes (los grandes) son los que dan, y los que llegan después (los pequeños) son los que toman. Estas son las relaciones entre padres e hijos, y entre maestros y alumnos. El desorden se produce en estas relaciones en los intentos de reciprocidad: cuando pretendemos “devolver” a nuestros padres lo que nos han dado o incluso “llevar por ellos” una carga que no nos pertenece. Este desorden contribuye a mantenernos en la “inocencia” y nos impide crecer como personas. Dicen las Constelaciones Familiares que sólo podemos crecer si perdemos nuestra inocencia pagando el precio de la “culpa”.


La compensación sólo puede darse transgeneracional (“doy a mis hijos o a la vida lo que mis padres me dieron” y “disfruto de la vida en nombre de mis padres y mío propio”), y sólo puede darse desde el agradecimiento (“tomo lo que me das con amor y hago con ello lo mejor que pueda”) y desde la humildad (“te devuelvo lo que es tuyo” – incluido el dolor – “yo no soy mejor ni sé más que tú”).

Por otra parte, en las relaciones entre iguales (por ejemplo en la pareja y entre los amigos) debe equipararse el dar y el tomar entre ambos miembros de la relación. Nada que ver con el amor platónico del que versaba el Conde de Villamediana:

“sólo es servir servir sin ser premiado”

El desorden en tal tipo de relación entre iguales tiene que ver con el desequilibrio, a lo
largo del tiempo, entre los que ambos dan y toman. De esta manera podemos vivenciar en exclusividad desde el papel del que sólo toma y sólo conectar con la necesidad de ser socorridos o, por el contrario, en el papel de los que sólo dan, y sólo conectar con la necesidad de ser necesitados. Y así, ambos se necesitan y se buscan (“Dios los cría y ellos se juntan”, dice el refrán). El que toma satisface su necesidad de dependencia y el que da satisface su necesidad de autosuficiencia. Aunque suelen ser criticados aquellos que sólo toman (y no aquellos que sólo dan) por más que ambos rompen el equilibrio de la relación. :



Hay personas que sólo acuden a ti cuando te necesitan (y no te ofrecen ayuda), a las que llamamos “oportunistas”. Y hay personas que sólo acuden a ti cuando las necesitas (y no te piden ayuda), a las que llamamos “altruistas”. En ambos casos se rompe el equilibrio armónico de una relación horizontal. El que da se conecta con el poder (y esconde su necesidad, incapacidad o debilidad) colocándose de esta manera en una posición de superioridad: “Yo puedo darte” y “No tengo nada que pedirte”, sin darse cuenta de que de esta manera se deteriora (a veces de manera irrecuperable) la relación, ya que tras esas frases se esconden otras: “No tienes nada que puedas darme”, “No tienes nada que pueda complacerme”. Al tiempo que lo sitúa en un estado de miseria emocional: “No pido nada”, “Nada necesito”. :


Las personas podemos cerrar de forma implacable las puer-tas a nuestras necesidades (y convertirnos en eternos “altruistas”) y a las necesidades de los demás (y ser así eternos “oportunistas”). :

(Sin olvidar nunca que, a veces, una mancha tan sólo es una mancha). :

En esta página quiero recuperar dos palabras que se sitúan, a priori, en polos opuestos: el “altruista” que sólo da, y el “oportunista” que sólo toma. Y como hace la terapia Gestalt quiero integrarlas en un solo ser: en la persona que puede moverse en las dos actitudes: puedo ser “altruista” y dar, y puedo ser “oportunista” y tomar; sin por ello negar mis necesidades y carencias o mis dones y destrezas. :

Para ello quiero rescatar una palabra de muy mala prensa: “egoísta”, porque creo que logra integrar las dos partes al atender sus necesidades: atiende al “altruista” en su necesidad de ser necesitado y de autoafirmación; atiende al “oportunista” en su necesidad de dependencia y de autocuidado. :

Quizá podamos comprenderlo mejor si recordamos una de las palabras que utilizamos como eufemismo de “egoísmo” que es la “autoestima”.

Versa Walt Whitman en “Hojas de hierba”:

“Me adoro sin límite… hay tantas cosas en mí y todas tan deliciosas,
Cada momento y todo lo que acontece me hace estremecer de alegría”.

Está en nuestra mano permanecer en una especie de limbo emocional al cobijo de una falsa “inocencia”. Y está en nuestra mano tomar lo que la vida nos ofrece y reclamar lo que necesitamos. :

A menudo leo y retomo textos de Fritz Perls, fundador de la terapia Gestalt, y muchos de ellos me remontan en esencia la oración que él mismo escribió:

“Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas.
Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.

Tú eres tú y yo soy yo.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse”.


LECTURAS RECOMENDADAS:COLODRÓN, María, “Muñecos, metáforas y soluciones”, editorial Desclée De Brouwer:BOURQUIN, Peter, “Las Constelaciones Familiares”, edi-torial Desclée De Brouwer:HELLINGER, Bert, “Los órdenes de la ayuda”, editorial Alma Lepik:HELLINGER, Bert y TEN HÖVEL, Grabiele, “Reconocer lo que es”, editorial Herde



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