CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Maniquíes, por Ángeles Sánchez


“En el muchísimo disparatar de los señores filósofos, ha habido una creencia que más de una vez me ha puesto a la puerta de la casa de locos de Zaragoza.
Hablo de aquella que en que se asegura que el mundo exterior no es más que una creación de nuestros sentidos...
De todo he venido a deducir que en este mundo los objetos exteriores no hacen más que presentar polos magnéticos a las aspiraciones de nuestra alma, aspiraciones que, al acudir en tropel, atraídas por el objeto que hiere nuestra vista, le visten y hermosean con los ricos tejidos de nuestros deseos, con los magníficos y variados cambiantes de nuestras idealizaciones y esperanzas.
Los objetos, en una palabra, con relación al individuo, no son más que maniquíes, sobre cuyas carnes de cartón el hombre y la mujer echan todos los sueños de su espíritu, atraídos por una cualidad real que creen haber divisado"

“Los maniquíes” (fragmento) de Gustavo Adolfo Bécquer

Tengo un problema: cada día trago menos a la gente. No sé, me cuesta digerir tanta falsedad. Se me atragantan esas personas que te venden una imagen de perfección, de: “Hola, soy super guay; bebo martinis y bailo como Beyonce- Justin Timberlake”. Pobres ellas, narcisistas que, enamoradas de sí mismas, pretenden que su halo de autosuficiencia (figurada) sea perceptible allá por donde pasen. A veces tengo que aguantarme y morderme la lengua para no decirles: “Hola, yo soy bulímica; vomito a todas las personas como tú.”
Y lo peor de todo, es el grupito de pobres súbditos que les persiguen, aquellos que de verdad creen que esas personas son enrolladas. Niños y niñas de precoces edades que quieren parecerse a ellos. Chicos y chicas solitarios que, en secreto, viven enamorados de los “populares”. Los pobres no se dan cuenta de que es todo apariencia. 
No sé, debe ser que la ropa que te pones te hace más inteligente, los complementos te aportan ideales y los cacharritos tecnológicos de última tecnología te aportan principios, aunque, tal y como yo lo veo, hay que ser tonto, pero que muy tonto. Supongo que esa gente debe pensar igual de bien sobre mí: “Que vaya pintas que me lleva...que sólo se maquilla para salir de fiesta...que va de listilla por la vida...que se cree muy madura por leer libros...que es una freake” Lo cierto es que me importa más bien poco.
Y es frustrante venir aquí, al fin del mundo, y que niños de papá te vengan creyéndose importantes, enrollados, grandes, guapos y con un sin fin de virtudes. Y que te hablen como si tuvieras cinco años porque no entiendes ese dialecto tan extraño que hablan: “O sea, yo fui allí con mi conjunto de Stradivarius y tal, era super chick...y lo pasé mel, o sea mel de verdad tía” Hay veces que no sé qué cara poner ni hacia donde mirar puesto que la otra opción es contestarles: “Pues yo me quedé en casa, leyendo a Anne Rice, con mi pijama del mercadillo y ¿qué?”
Y aun peor, es que tienen tan subido el gallito, que por alguna ley infusa que ahora mismo no conozco, su palabra es ley. Lo que dicen es como es, no hay otra opción. Y cuanto más gritan, es más cierto. Encima, no pueden darte un razonamiento; “Porque si...porque lo digo yo”. Buena argumentación, sí señor. En mi opinión, son cáscaras de huevo vacías. Maniquíes que pretenden ser personas. Espejismos para sí mismos. 

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